ESTAMPAS CERRATEÑAS:

 

                                     

 

                DE ROMERIA EN HONOR DE LA PATRONA

 

 

 

 

 

Viajando por el Cerrato y sus pueblos se adivinan unas señas de identidad propias que le hacen único e inconfundible:
  Además del paisaje común que componen valles, barcos, cerros, y laderas repobladas que se desparraman o descualgan de los páramos infinitos, suave o bruscamente, solitarias, o alineadas cual formación de gigantescas naves antiguas varadas en el tiempo. Además de los cotarros de todos sus pueblos, donde antaño se excavaron las bodegas; de las cuevas o chozas horadadas en las tierras calizas llenas de espejuelos que circundan los pueblos, abandonadas, cegadas o hundidas, que dieron cobijo a la humilde población de jornaleros que no cabía en las casas de abajo, hay lugares comunes que se repiten y se hacen presentes en todos y cada uno de los pueblos: la torre y su desproporcionada iglesia para lo pequeños que son ellos; los arroyos y los viejos molinos olvidados; los palomares, las plazas y sus fuentes; sus caminos serpenteantes hacia el monte, el mirador del valle, ese punto donde nos subimos o asomamos en cada pueblo para ver, disfrutar, aquietarnos o extasiarnos con el paisaje. Y la estampa, cada vez más rara, del pastor con su perro y el burro con las alforjas en la albarda... Ahora, en mayo, además tomo conciencia y sé que cada pueblo tiene su ermita, y cada ermita su virgen a la que da nombre.
   Sí, el Cerrato es una comarca, y una tierra surcada de ermitas, eso que una gran parte de ellas, de las varias que había en cada pueblo, se han perdido  han desaparecido.
   A las afueras del pueblo, más o menos cerca, un poco más o menos lejos, hay una ermita en cada uno que éste  ha levantado a su patrona desde antiguo, y cuya devoción se ha transmitido de generación a generación, tejida de historia y leyenda milagrosa, como un vínculo con los ancestros, y seña de identidad para las gentes que en él residen, incluso para los hijos que le habitan en la distancia... Es un lugar de referencia, una meta del paseo, un lugar que la devoción, la tradición y la fiesta han hecho especial y convertido en símbolo, y al que siempre se sueña y quiere poder volver.
   A veces, como en mi pueblo, la ermita se asienta en la paramera, en el monte, justo al borde del camino, camino verde, que le asciende y corona. Plantada arriba en el rasedo que le da nombre, para desde allí darle "con benigna mirada protección a Cevico". De esta manera, "a sus pies este pueblo piadoso", puede avistarla siempre, alargada estampa con la espadaña al cielo, donde dirigir su pensamiento y oraciones.
   En Castrillo de Onielo la ermita de Villagustos está lejos, casi tanto como la de Hontoria en Vertavillo, por lo que las imagenes de la virgen se han traído a la iglesia del pueblo para tenerlas más protegidas. La ermita de Capilludos de Castrillo Tejeriego está a tiro de piedra, en la ladera norte del valle del arroyo Jaramiel, avistando desde su atalaya el pueblo aguas abajo.
   Cuando la Ascensión era uno de los tres jueves del año que relumbraban más que el sol, algunos pueblos celebraban la fiesta de la Patrona el martes de Letanías. Con su traslado al domingo se ha trasladado la fiesta al fin de semana.
   Este fin de semana he estado de fiesta, de romería, en dos pueblos. Lo ha sido en otros y está a punto de serlo en alguno más. Acaba mayo y los pueblos cerrateños celebran y festejan a su virgen trasladándose en masa a celebrar la misa en la ermita, a procesionarla por la campa bailándole la jota al son de la dulzaina y el tamboril, cantándole la salve y entonándole un himno antiguo, de religiosidad popular fervoroso y solemne.
   La fiesta, que empezó con el pregón, y la entrega del pañuelo que lucimos orgullosos atado al cuello, ha sido la culminación de la novena que al atardecer, el pueblo ha venido celebrando durante una  larga semana, preparando la fiesta grande de su patrona.
    Ayer Cevico y hoy Vertavillo se han vestido de fiesta, y sus gentes se han vestido las mejores galas. Los jovenes de Cevico desfilaron sus carrozas rememorando viejos oficios y comparsas nuevas. La virgen, engalanada en la floreada carroza que remolcaba el tractor, recorrió la calle principal, desde la fuente de la Samaritana, seguida del pueblo y la cofradía con su estandarte, hasta el Arrabal.

 

  En Vertavillo bajó acompañada desde la parroquia hasta la ermita del Cristo. Desde allí fueron trasladadas en coche hasta sus respectivas ermitas, en el monte, y valle arriba del arroyo, para ofrecerle una misa campestre, sencilla, festiva, emotiva, multitudinaria, y colorista, que nuestro buen amigo y párroco  de ambos pueblos se encargó de llenar de vida, corazón, y sentido, cosiéndola, como él dice, a la vida, y las notas de Elpidio y Milagros Sardón nos pusieron la carne de gallina y el corazón en empatía con la fiesta, por el sentimiento y hondura de su canto.


   Al terminar la misa toca sacar en procesión la imagen, portada por cuatro cofrades en las angarillas, alrededor de su ermita, precedida por el estandarte con su imagen, sin pararse en Vertavillo y en Castrillo Tejeriego, o con múltiples paradas en la de Cevico para brindarle el baile, la danza y la jota. Con o sin música, pero con cantos marianos siempre, donde todos los presentes se sienten pueblo de la misma gente, o gentes del mismo pueblo hermanadas por la tradición que se repite y perpetua desde tiempos antiguos, haciendo del rito de la fiesta un hecho cultural que perfila y define los rasgos, la identidad y la religiosidad de estos pueblos del Cerrato y de sus gentes.
  

La continuación de la fiesta es reunirse la familia, los amigos y las peñas a comer juntos. Si hace bueno y el tiempo, la edad y las fuerzas lo permiten, entre las encinas del monte, mantel al suelo, o en las mesas y bancos de piedra de la pradera del rasedo de Cevico, o en las que hay junto a la fuente de Valdileja de Vertavillo. En Castrillo el pueblo se reune a comer juntos en torno a unas mesas en el antiguo salón de baile.


   A media tarde sigue la fiesta en torno a la ermita con café, pasta y chupito ofrecido por las amas de casa, actividades y juegos populares, tiro al plato, y en el pueblo, con pasacalles, dulzaineros, tapas y parrilladas, que tendrá su culminación por la noche con la cena de hermandad, verbena y actuaciones de grupos musicales.


   Devoción y fiesta. Religiosidad y diversión. Cultura, tradición y modernidad. Es mayo, y es en el Cerrato. La ermita es el centro. Una pradera en el monte o en el valle, por el que discurre un arroyo humilde con nombre de Madre, en torno a la cual acude toda la gente, incluso la que no va a la iglesia el domingo, incluso la que no vive en el pueblo, pero necesita venir para celebrar la fiesta y sentirse pueblo, reafirmar su identidad y encontrase con sus raices, sus paisanos, sus amigos y su gente.