SIGNIFICADO DEL ESCUDO DE CASTRILLO TEJERIEGO.
El escudo de Castrillo Tejeriego fue aprobado por el Ayuntamiento en Pleno celebrado el día 20 de Junio de 1997, conforme a un proyecto presentado, y justificado históricamente por Miguel Angel Urdiales Escudero y Alfonso de la Fuente Sancho, conocedores de la historia local, con la finalidad de dotarse de un símbolo, resumen de su historia. El B.O.de la Provincia de 18 de Junio de 1998 publica la aprobación por la Diputación de Valladolid del escudo.
EL CASTILLO:
Es el elemento central del escudo y da nombre al pueblo, ya que el nombre de Castrillo hace referencia a una primitiva fortificación o “castillo pequeño”, a cuyos pies nació y se desarrolló la villa , sirviendo al tiempo de refugio a sus primitivos moradores contra las incursiones musulmanas.
Es un castillo- fortaleza que tiene su base en un cotarro (cerro) como refleja el escudo. Se supone que fue construido en la época de la reconquista, hacia el año 900, dentro de la línea de fortalezas defensivas del Duero, entonces frontera con los musulmanes, cuyos castillos principales eran Peñafiel y Las Mamblas, en Tudela de Duero, este último hoy destruido, a unos 20 kilómetros de Castrillo, al final del valle del Jaramiel, pero visible desde Castrillo .
Se diferencia así de los castillos señoriales, que normalmente están en llano y tienen un origen muy posterior (hacia el siglo XV), pues fueron construidos por un señor feudal para defenderse de los ataques de otros señores o de sus propios vasallos.
En este castillo vivieron los señores de la villa, a veces, y siempre su Alcaide; perteneció sucesivamente a la Corona de Castilla, al Infante Don Felipe, hijo de Alfonso X el Sabio, que hacia 1250 lo donó al Obispo de Osma (Soria) don Xil; de los Obispos de Osma pasó hacia 1350 a Don Juan Rodríguez de Castañeda y su familia hasta 1503 en que fue vendido a los Fernández de Velasco , Condestables de Castilla.
Sabemos que en la toma de posesión de 1513 el castillo estaba ya deteriorado, aunque en pie, pues el nuevo señor abrió y cerró sus puertas y tomó las llaves de la fortaleza; en 1554 estaba la fortaleza rota y caída, y solo quedaba el casco; en 1587 estaba ya deshabitada, aunque con puertas.
Este castillo, del cual no queda más que los aterrazamientos del terreno donde se ubicaban sus murallas, subsistió hasta 1600, aproximadamente, en que según la verosímil tradición popular fue desmontado para utilizar sus piedras en la terminación de la Iglesia actual, por entonces en construcción, bajo el patronazgo de Don Bernardino de Velasco , Conde de Salazar.
El castillo es por ello el origen y símbolo de Castrillo Tejeriego y, aunque destruido, pervive hoy a través de las piedras de la Iglesia.
LA MEDIA LUNA:
Representa el elemento religioso , y hace referencia a una gran media luna de plata en cuarto creciente que se halla a los pies y decora la imagen de la Virgen de Capilludos , venerada en la ermita de su nombre a las afueras de Castrillo Tejeriego . Fue un regalo de Don Juan Bautista Escobar, secretario de don Bernardino de Velasco a mediados del siglo XVI .
La religión ha marcado la vida de los habitantes de Castrillo Tejeriego empezando por la Virgen de Capilludos, que según la tradición se apareció cerca de donde hoy se halla la ermita en tiempos inmemoriales.
Es grande la fe que han tenido y tienen sus habitantes en dicha imagen y muchas las ocasiones de desgracias y calamidades que la han puesto a prueba.
Pero también hubo otras imágenes religiosas objeto de culto en sus ermitas : podemos citar la de San Cristóbal, San Andrés, Santa Juliana,y Santos Justo y Pastor.
También son muestra del espíritu religioso las numerosas cofradías que han existido: la de la Vera Cruz, la de las Ánimas, Nuestra Señora del Rosario, ... y en épocas más recientes la de Santo Tomás de Aquino, San Isidro y las Aguedas, y por supuesto, la más antigua y única que subsiste, la de la Virgen de Capilludos. En todas ellas los cofrades tenían la obligación de asistir a “la función” religiosa el día de la fiesta de su patrón, para cuya ocasión contrataban a un “ padre predicador” que daba el sermón, y que acababa en un “refresco” para los cofrades, objeto de las iras de varios obispos por sus excesos.
Es de destacar la cofradía de la Vera Cruz, cuyos cofrades en la tarde del Jueves Santo iban en procesión a la ermita descalzos y disciplinándose, y volvían del mismo modo, aunque el mayordomo había preparado vino para curar sus heridas; así era hasta que los cofrades “de disciplina” cumplían 50 años en que pasaban a ser cofrades “de luz”, es decir, llevaban sólo antorchas.
La parroquia ha marcado la vida de los habitantes deCastrillo Tejeriego desde que nacían (bautismo), se casaban (bodas), y hasta que morían (entierros), sin olvidar las misas, rosarios, cuaresmas, y festividades religiosas diversas.
Tampoco podemos olvidar que hasta 1835 la Iglesia recibía la décima parte de todos los productos del campo “diezmos”, además de los novales y primicias, y que, en conjunto posibilitaron la construcción de la actual Iglesia, y la compra de retablos, imágenes y ornamentos; cuesta trabajo entender que dichas rentas llegaron a mantener en la época de mayor esplendor ( hacia 1560) hasta 13 clérigos: 4 sacerdotes, dos diáconos, un subdiácono, y 6 con órdenes menores (graderos), además de un sacristán.
Finalmente hay que citar el Convento de Santa Ana de los Clérigos Regulares Menores de San Francisco Caracciolo, fundado en 1619, que subsistió hasta 1823, aproximadamente, cuyos frailes participaron también en la vida religiosa del pueblo.
LAS HOJAS DE ROBLE:
Hacen referencia al aspecto económico y al paisaje. Son las hojas del árbol típico de la zona denominado aquí roble y por los científicos quejigo, de hojas atormentadas, puntiagudas, adaptadas al riguroso clima (duros inviernos, largas sequías, y veranos calurosos) de la zona, y a los terrenos pobres y calizos. Formó grandes bosques, junto con la encina, de hojas parecidas, y a algunos enebros, que cubrían páramos y laderas, excepto los valles, aquí llamados “barcos”. Estas hojas tienen una particularidad y es que no son ni perennes ni caducas, sino “marcescentes”, es decir durante el otoño se secan, pero no se caen, hasta que nacen las siguientes en la primavera.
En cuanto al aspecto económico de los bosques de roble hay que decir que ha sido tradición, que continúa parcialmente, repartir entre los vecinos las llamadas “partes de monte” o suertes de leña normalmente gratuitas que el concejo repartía “ igual al rico que al pobre, al pobre que al rico”, aunque al señor de la villa le daban tres partes. Cada año se “rozaba” (cortaba por la base) un trozo de monte o “corta”, que volvía nuevamente a brotar (pues sus raíces o “chopas” no se tocaban) hasta que 13 o 15 años después estaba listo para una nueva corta. Todo estaba muy regulado, y había severas penas para los vecinos infractores.
En 1558 sabemos que era el principal ingreso de la mayoría de los vecinos que sacaban hasta 7 carretadas de cada suerte y luego solían tener un borrico para vender la leña en Valladolid. En el siglo XVII algunos vecinos se dedicaban a carbonear la leña y luego vender el carbón en Valladolid , a la Chancillería (Audiencia), por ejemplo.
Además los bosques eran el sustento de numerosos rebaños de ovejas, de reses, de caza, y su madera servía también para calentar las casas y construir sus tejados y techos.
Luego fue despoblándose , en parte por ventas del Concejo para aliviar sus deudas, en parte por roturaciones arbitrarias de los vecinos a partir del siglo XVIII, y especialmente después de 1850, siempre acuciados por la necesidad de nuevas tierras, luego por las leyes desamortizadoras municipales del siglo XIX que obligaron a los Ayuntamientos a vender sus propiedades comunales, y finalmente en la segunda y tercera década del siglo XX fue roturado el último y principal monte, llamado “El Paradero”, por necesidad de la cada vez más numerosa población, Curiosamente hoy la tierra de cultivo se sigue repartiendo entre los vecinos mediante “partes de monte”, que conserva su nombre aunque ya no haya tal monte, por el peso de la larga tradición.
Hasta los últimos años del siglo XX se ha repartido a los vecinos su suerte de leña de las laderas, hasta que finalmente ha sido prohibida la tala.
Esperemos que ello conlleve el renacimiento, en parte, del robledal antiguo.
FIN